Es cruel recordarte esto: cuántos quilómetros y qué
poco tiempo cuesta volver a casa, Nora Vitez. Una vez
dentro del tren todo es confortable y rápido, nada
se está quieto o puede ser recordado. El problema es
la estación. Rezo por que, cuando me vaya,
no vayas
a decirme aurevoir a la estación, Nora Vitez. Eres
tan triste. Y me has dicho varias veces que
me amas –expresión que me da vergüenza oír
y ni te digo decir. Jamás diría algo así. Bien es verdad
que yo no siento nada tan fuerte. Bien es verdad que
en francés no hay otra forma de decir te quiero, te
quiero así, más rápido, te quiero que puede significar
como amante pero también como amigo, como hermano,
como mascota, niñera adolescente, y que no suena tan
ridículo como te amo. Je te veux sería la fórmula
más cercana a un tequiero, pero en francés está más
relacionado con el deseo que con la calma de
estar junto a alguien. Je te veux y no puedo
conseguirte, je t´aime aquí, las manos en el hombro. Tú
me has dicho je t´aime varias veces, Nora Vitez, y
es una expresión que no soporto ni una sola. Al principio
era muy raro, pero poco a poco los teamos
han ido aumentando con una velocidad que, de
continuar estable, darán como resultado miles de teamos
de aquí a mi partida. Sobre todo el último día. Eso puede
ser un infierno. Rezo porque no podamos despedirnos,
que algo pase y no puedas venir a despedirme
a la estación, Nora Vitez, que un familiar se ponga
enfermo, haya un accidente mortal en la calle
que te lleva a la estación o Sarcozy declare la guerra
a España, no lo sé, algo que nos deje lejos el uno
del otro. Una vez en el tren todo estará bien, pero los dos
en la estación. Puede ser un infierno. Los trenes se retrasan
y los que han venido a despedirse dan golpes en
la ventanilla y dicen cosas que desde dentro no oímos y
si están llorando parecen cosas importantes. Frases
lapidarias: se te ha olvidado el carné de identidad, las
llaves, un caza francés ha destruido tu casa y
no puedes volver, es
la guerra. Es la guerra, parecen decir. Es
desesperante, Nora Vitez, me saca de mis casillas.
Y tú vas a llorar, vas a dar golpecitos y a patalear como
una loca suplicando que me quede, que no vuelva
a casa. No lo digo por presunción, no me alegra que sufras por mí,
Nora Vitez, pero así eres tú y no vas a cambiar aunque me
vaya. Como mucho dejarás de amarme: primero sólo me
querrás (je te veux y no puedo conseguirte) y luego
dejarás de amarme. Pero eso, creo, lleva su tiempo, no es
instantáneo, no vale decir je ne t´aime plus
para dejar de amar. Sería fácil, y dicen que
amar no es fácil. Amar como tú dices que me amas
debe de ser difícil, Nora Vitez, sabiendo desde el primer día que
me iría en un tren muy pronto, que quizás no me daría tiempo a
decirte siquiera un tequiero de amigo, de hermano, de
niñera adolescente. Debe de ser difícil, sí, dejarse caer como
tú te has dejado en el je t´aime. Y, para colmo, si vienes a
la estación no sólo lo repetirás: Visente (los franceses no
sabéis pronunciar la cé) je t´aime, sino que probablemente
preguntarás et toi. Eso es lo peor. Et
toi. Y yo me quedaré sonriendo un rato y al rato
te daré un beso como si así fueras a pasar por alto que no he
respondido a tu pregunta. Aurevoir, Nora Vitez, te diré y subiré
al tren y no dirás je ne t´aime plus ahora que no puedo oírte porque
no valdría de nada, sería demasiado fácil. Sonará
el silbato y todavía no se irá el tren, se
retrasará, hará un amago y se parará
otra vez para que el conductor pida vía y entonces tú
te desesperarás y llorarás como una loca y darás golpecitos y
dirás frases lapidarias que no sabré, es la guerra, es
la guerra, y entonces sí el tren saldrá disparado
y me llevará de vuelta a velocidad de vértigo. Cuántos
quilómetros y antes de darme cuenta habré llegado
a casa. Pero es mentira, Nora Vitez, no es tan fácil. Todo
lleva su tiempo.
viernes, 8 de enero de 2010
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No es por frivolizar, ya que los apegos inevitablemente generan sufrimiento, pero conocí alguna mujer que aunque no lo hubieras dicho ella seguía actuando como si lo hubieras dicho y al final te hacía dudar si era cierto que no lo habías dicho.
ResponderEliminartuve esa sensación, casi como cuando te leí por vez primera, en la finada página azul.
ResponderEliminares lindo reencontrarse con esas sensaciones. Y con tus poemas como estos, tan poco pretenciosos y por eso tan enormes.
Beso, gallego!
Cuando leo esto, pienso en Nora y me entristezco, yo tambien soy cumpable de su sufrimiento. Quiza los que no sabéis amar no sepáis lo que se sufre. Y me la imagino allí mirando la foto que os hicisteis en algún precioso jardín y recordando aquel paseo, de la mano, por la orilla del río.
ResponderEliminarPor otro lado reconozco que ese sentir mío lo ha provocado tu gran poema de amor
bueno, sí, ya sabes que yo me hubiera quedado un cuatrimestre más. aunque supongo que ahora sería lo mismo, y no se puede volver a casa, no se puede volver a casa, nosepuedevolveracasa. no se puede. ya cambio la falta, hombre.
ResponderEliminary nunca nos hicimos esa foto. lo romántico del amor es pensarlo. vivirlo es que se pare el tiempo, y como en la peli de Burton luego se acelera mucho, mucho, mucho, como un tren, y uno se queda sin tiempo.
Una auténtica y agradable sorpresa encontrar así, por azar, poesía de verdad. Muy bueno este poema y los anteriores.
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